lunes, 8 de marzo de 2010

De la mano

Nunca me tomaste de la mano; ¡Con lo que a mi me gusta entrelazar mis dedos y apretarlos cuando amo!



Caminabamos por la calle y yo pensaba que gustaría jugar con la hendidura de tu palma o con  tu dedo torcido con el que sabías a que lado se referían las personas.

Verás, hay algo bonito en tener una herramienta para asir lo que quieres hacia ti, apretujarlo, guiarlo, besarlo y todo lo que eso implique. Hay una extraña unión de santidad y lujuria en ellas, algo que hace que los besos en las palmas o en los dedos sean lo que uno quiere que sean.

Pero tu no me tomabas de la mano.

Yo también renuncié a que lo hicieras, pensaba que si eso te hacía sentir libre entonces yo podía acostrumbrarme. La verdad nunca lo hice.

Para mi tomarse de la mano es como desear fisicamente que alguien te acompañe, invitarlo y permitir que sea su voluntad la que escoja, pues siempre puedes decirdir soltarte y ser uno de nuevo.

Pero tu no me tomabas de la mano y a cada paso yo pensaba que era horrible y triste. Que horrible haber aceptado la tristeza, sin embargo era yo la que aceptaba eso pensando que tal vez podría ser una forma no conocida de expresar mi amor. Si mis manos te aprisionaban yo podía abrirlas y sólo ir a tu lado, yo quería hacerte feliz.

En el tiempo, me doy cuenta que eso no iba a hacerme feliz nunca, porque al final del día mis manos estaban  o estarían solas, cómo antes o como hoy siempre sería yo con mi voluntad y sin nada de vuelta.

Tu no me tomabas de la mano. 

Yo construyo el amor y la felicidad con ellas.

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