lunes, 22 de julio de 2019

Paternidad, Maternidad y familia - Mis padres y yo

Hace ya bastante tiempo que vengo pensando en la forma en que mis padres ejercieron como tales; sus modelos, sus aciertos, sus desatinos. 

Son muchas las cosas que tengo para decir sobre ellos estos días, no sé si podré decir un día todas las cosas que pienso sobre esto. 

Cuando yo tenía como 1 año y medio mis papas se separaron y no volví a ver más a mi papá hasta que tuve 12 o 13 en que tuvimos un encuentro tortuoso y volvió a desaparecer. Salvo dos tías neutrales y sus respectivos hijos, mi mamá no dejaba que nos veamos a la familia de mi papá y en el fondo siempre sentí que ella nos había alejado de nuestra familia y con eso, la posibilidad de saber de mi papá. 

Cada que preguntábamos por él, mi mamá nos decía que estaba enfermo y que cuando se curara podríamos verlo. En mi cabeza ese "está enfermo" era como una nebulosa muy confusa... pensaba en que si estaba enfermo porque nadie iba a cuidarlo en ¿Por qué no podíamos cuidarlo? ¿Cómo es que la familia no cuida a su familia? 

Las respuestas eran muy complejas, mi padre era drogadicto al punto que nadie podía ayudarlo más que él. Mi mamá nunca perdió la fe en él y en el tiempo lo buscó muchas veces, llevándole fotos de nosotros, contándole lo que estábamos haciendo, cómo estábamos creciendo. Aunque ella nunca perdió la fe en él, si dejó de esperarlo. 

Mi mamá tenía 20 años cuando se convirtió en madre soltera de 2 hijos, 20 cuando le dio un derrame cerebral que hizo que tuviera que volver a aprender a caminar. Ese aprender a caminar fue literal en tantos sentidos. 

Aprendió a caminar con dos niños para los que era todo lo que había en todo sentido, a trabajar horas interminables, a confiar en que siempre había formas de resolver problemas... a pesar del abandono, ella siguió caminando con lo que tuvo y en muchos de esos días, trató de generar momentos felices. 

Los conflictos que he tenido con ella son muchos, la he odiado desde lo más profundo de mi ser y con la misma intensidad siento que la amo, creo que es una de las personas con las que siento más contradicciones en la vida. Creo que esto último debe ser mutuo. 

De las dos, lo único que puedo rescatar es que, a pesar de todo, mi mamá nunca ha abandonado la tarea de tratar de ser mi madre.  

Y la palabra abandono surge tanto mientras escribo... a veces no sé dónde empezó eso en mi familia. Abandonos ancestrales, faltas inmemorables. 

Mi papá se volvió evangélico y regresó rehabilitado cuando yo tenía como 20 años. Una de las primeras cosas que hizo, fue ir a buscar a mi mamá. No sé si siento ternura o pena o distorsión al pensar en esto. Él fue a buscarla a su trabajo y mi mamá, ya tenía otra pareja, estaba embarazada, tenía una vida hecha... y él... y su pedido... idea congelada en el tiempo, cuerpos viajados, realidades lejanas. 

Él en su ilusión, le dijo que no importaba que estuviera embarazada de otro que él igual seguía firme en su propuesta de regresar. Mi mamá por razones más que evidentes no aceptó la propuesta. 

Varios años pasaron después de eso, mi papá se fue a vivir a provincia, mi mamá se separó. Nunca se juntaron. Mi papá se lo mencionó muchas veces, en los días buenos mi mamá decía que eran personas muy distintas, en los malos que ¿Quién se había creído para pensar que iba a espéralo más de 20 años? y en los peores, bueno... comentarios sarcásticos sobre lo que él debería estar haciendo en lugar de pensar en tener pareja, como, por ejemplo: tratar de ser parte de la vida de sus hijos. 

Él trató de hacerlo, no puedo decir cómo ha sido para mi hermano, para mí fue una pelea entre la necesidad de saber de él y querer que se vaya a la mierda. Y no es que le desee mal, es que siento que varios de sus discursos pueden irse a la mierda. Su discurso evangélico, aunque útil para salir de la drogadicción, me resulta insufrible en términos de consistencia, tan asociado a la culpa y el pecado, tan hipócrita como para pretender que Jesucristo se lo ha perdonado todo y que no tiene que disculparse con nadie más. 

Escuchar muchas de sus historias hizo que yo pudiera entender mejor cómo fue que terminó desaparecido y viviendo en la calle; sin embargo, cada conversación a mí me dejaba con una sensación de distorsión terrible. 

Creo que hizo su mejor intento para ser parte de mi vida adulta, a su manera claro está, con consejos y dogmas que no comparto, pero que intenté entender con ternura. Digo intenté porque nunca he sabido qué lugar ocupa su amor en mí. Su amor es como un espacio vacío en mi cuerpo. 

Él último día que hablé con él fue uno en que tuvo una discusión telefónica con mi mamá; ella me había regalado un celular que yo ya no usaba y él, quería que se lo regale. Yo ya le había dicho que no pues, aunque fuera un objeto que no usaba, si mi mamá se enteraba que se lo había dado, se iba a molestar mucho. Ese día él me llamó y yo escuchaba en altavoz en casa de mi mamá. El insistió sobre el celular, mi mamá escuchó y tal como yo pensaba, entró en cólera y le dijo: “¡Deja de estar pidiéndole cosas a tus hijos! ¿No te ha bastado con no estar toda su infancia? En vez de pedirles cosas, ayúdalos a terminar su carrera que te recuerdo, no hay terminado”

No me voy a olvidar su respuesta: "Tu siempre queriendo vanagloriarte de todo lo que haces". Ellos siguieron peleando, mientras yo sentía que no quería tener una relación con ese hombre que le habla así a mi mamá. Me dolió mucho escuchar eso, sentí que no quería tenerlo en mi vida. 

Ese día muchas ideas pasaron por mi cabeza, pero creo que la más resaltante fue darme cuenta de qué mi papá nunca se disculpó con mi mamá por su abandono. Creo que ella nunca ha podido poner eso en palabras pues llego un momento en que el abandono estaba tan normalizado en su vida que ni si quiera sentía podía reclamar algo. 

El abandono de mi padre no empezó conmigo, empezó con mi mamá, con abandonar los votos de amor que se hicieron, por dejarla sola para asumir algo que los dos empezaron. Yo entiendo las circunstancias de mi padre, creo que mi mamá también lo hizo siempre. Lo que no entiendo es cómo alguien puede pensar que sus actos no tuvieron consecuencias y sentirse redimido de todo error porque Jesucristo murió por sus pecados; que a nadie le dolió nada. 

Los 20 años de abandono yo se los disculpo, entiendo porque desapareció, entiendo su dificultad, entiendo su adicción, lo que no entiendo es por qué se comporta como si no le hubiera hecho daño a nadie, como si su conducta no hubiera tenido ninguna repercusión. 

Durante esos 20 años de desaparición nosotros no quedamos congelados en el tiempo. Nuestras vidas continuaron con retos y logros para los que él no estuvo. Creo que hasta ahí, todos lo hemos entendido. Lo que no entiendo es su indolencia hacia lo que nosotros vivimos sin él, nosotros somos una realidad que no existió en su tiempo. Me duele eso, sentir que me traten como si no existiera.

Creo que mi no hablar con él es también un comportamiento similar, pretendo que no existe. A veces me disculpo a mi misma por esto, porque en mi ser no encuentro un lugar para él.  

El me escribió muchas veces, cartas largas y sin sentido para mi, haciendo suposiciones sobre por qué estaba molesta, enviándome pasajes bíblicos, diciendo generalidades sobre lo que debía ser una relación entre padre e hija. Yo no le he contestado, creo que no sólo por estar furiosa con él, sino porque siento que esos patrones de abandono los sigue trasladando a dónde sea para no hacerse cargo de sí mismo, para seguir siendo una víctima.

Ahora que me tomo el tiempo de escribir sobre esto, creo que hay algo más que me duele: Me duele que ahora como adulta, haya abandonado nuevamente la tarea de ser mi padre.

La comparación entre mis padres es inevitable y lo que me asombra es la capacidad de cada uno para enfrentar los conflictos conmigo.

He dejado de hablarle a mi mamá miles de veces y ella siempre ha regresado recargada, a veces para seguir con la misma actitud y estrellarse con la pared que puedo ser, otras para pelear con espalda en mano y otras para rendirse sin pedir disculpas, pero si explicándose. En el caso de mi papá, luego de un tiempo de escribir y llamar, dejó de hacerlo. Hace como 5 años que no se de él, a veces pienso en escribirle, a veces creo que lo que tengo para decirle es tan feo que puede que termine en la calle de nuevo.

Supongo que esto también tiene que ver con una suposición infantil. La última vez que recuerdo haberlo visto de pequeña fue en la calle. Me recuerdo chiquita, escondiéndome atrás de la rodilla de mi mamá al verlo porque no quería que me cargue, estaba molesta porque no había ido a verme… recuerdo que le gritaba a mi mamá diciendo algo así como ¿Qué le has dicho a la niña?, me cargó a la fuerza y yo sólo quería que me suelte porque estaba tan molesta. Luego de eso, no recuerdo más de él. Creo que de pequeña creí algún tiempo que mi papá se fue porque yo estaba molesta con él.  

Ya más grande pensaba que no iba a estar molesta, que sólo iba a esperar a que regrese, para que me acompañe, para hablarle, para me salve. Luego me di cuenta que anhelaba algo que no iba a suceder. 

Luego de dejar de contactarlo, yo esperaba que él dejara de intentar y así fue. Ahora me pregunto si este deseo de escribirle es para hacerle saber porque estoy molesta con él o para delimitar este hueco que siento en mi cuando pienso en él. En mi cabeza, no tener contacto con él es una forma de sentir que existe en toda su bondad en algún lugar, para que al menos en ese lugar sea lo que mi mamá decia: Un hombre bueno. 

Maternidad, paternidad y familia es el tema últimamente en mi cabeza. Hace un tiempo reviso esas ideas pues mi deseo de ser madre es grande, pero mi razonamiento detiene el deseo porque me doy cuenta que no es algo que quiera hacer sola. Embarazarme es la menor de las dificultades… lo que no quiero es hacerlo sola. No quiero encontrar un inseminador, si no compartir ese proceso de vida con alguien que también quiera ser padre, que no deje de intentar serlo. 

¿Cómo funciona eso?

Tanto por decir. Mis dedos no escriben al ritmo de mi cabeza. (Tal ves así sea mejor)