viernes, 27 de julio de 2007

El acordeón de mi abuelita

Yo nunca aprendí a tocar ningun instrumento musical, me hubiese gustado mucho, pero nunca tuve ese tipo de dedicación; sin embargo hay algo que siempre me llamó la atención: El acordeón de mi abuelita.


Desde muy chiquita veía a mi abuelita tocar su acordeon plomo, ¡con tantos botones y dobleces! no podía entender bien por qué sonaba, pero el sonido que hacía me acompañaba todas las tardes en que yo jugaba. Mi abuelita se sentaba fuera de la casa a tocar, cerraba los ojos y se balanceaba de lado a lado, con una sonrisa chiquitita que pocas veces podías ver en ella, parecía salirse del mundo.


A mi me gustaba verla tocar, parecía que derrepente se hubiese convertido en una nota musical que se balanceaba al viento, yo no conocía de aquellas canciones de antaño, pero la melodía y su sonrisa me hacía imaginarla en un campo grande caminando. Pero mejor aún era verla tocar y cantar, eso ya era la alegría completa y como dije antes, mi abuela sonreía muy pocas veces, pero podías saber que estaba alegre porque cantaba mientras hacia todo y porque más tarde se sentaba con el acordeón hasta que empezara a hacerse de noche.


El acordeón era una cajita mágica, tantos botones y unas cuantas teclas, mi abuela no nos dejaba tocarlo, pero cuando se iba a la cocina yo corría y lo movía un poquito para que sonara bajito, para ver que me iba a decir esta vez esa cajita de sorpresas. -¿Qué podía haber dentro de ese cuadrado plomo? - pensaba -tiene unas inscripciones raras... debe ser como las cajas de los cuentos y mi abuela debe ser la encargada de cuidarla, por eso es que sólo suena bonito cuando ella la toca- pensaba a los 5 años cada vez que me sentaba en el piso a mirarla.


Un día quise aprender a tocar acordeón y le pedí a mi abuela que me prestara el suyo para aprender... ella se negó rotundamente: ¡A esta chiquita se le va a caer y lo va a hacer trizas!. Allí quedó mi afan por aprender a tocarlo, mi abuela no me lo iba a prestar y mi mamá no me iba a comprar uno... así que allí quedaron guardadas mis intenciones por varios años.


Un día, cuando yo estaba bastante grande, visité a mi abuelita y en vez de sentarse a mi lado con su albúm de fotos a contarme que es lo que hacía en cada una de ellas como todas las veces, se paró, se metió a su cuarto, trajo su acordeón y me dijo: "A ver toca".


¿A ver toca?!! -pensé- como si fuera facil sacarle alguna melodia a este cuadradote... A ver toca dice... pero ante su mirada impaciente por escuchar algo no me quedó otra que ponerme las asas y empezar a mover los brazos... mientras ella me decía: esta bien, pero tienes que aprender a usar los otros botones para hacer combinaciones... y ahí si que me la puso complicada... En primer lugar: yo no toco ningín instrumento, en segundo: No se ni leer un pentagrama, tercero: ¿De que combinaciones me estaba hablando??. Pero me seguía mirando esperando a que yo hiciera algo, así que no se me ocurrió más que tocar lo único que mis dedos se saben de pura paporreta: Do, Re, Mi. Allí se le iluminó el rostro. Entonces me dijo: ¡Ya vez que si sabes!¡ Y con esos dedos maravillosos!- decía mientras con sus manos arrugaditas agarraba las mías (y yo que me los miraba para saber que tenian de especiales).


Entonces ahora toca, me dijo cantando: Acuerdate de Acapulco... de aquellas noches, María bonita, María del alma... y yo pues solo atine a tocar las teclas de acuerdo al sonido que yo ya recordaba de mi pobre Do, Re, Mi... ¡Y no me salió tan mal! Mi abuelita sonreia y yo por fin podía tocar esa cajita mágica que tan celosamente guardaba mi abuela.


La misma canción la repetimos muchas veces, ella cantaba y yo tocaba el acordeón; la verdad es que nunca supe tocar la canción, solo seguía su voz e iba encontrando las teclas correctas. Como si con su canto ella guiara mis dedos hacía la melodía correcta. Tiempo despues mi mamá me contó que mi abuela era autodidacta, nunca nadie le enseño a tocar, ella sólo tenía un acordeón al que aprendió a sacarle mágicas notas; creo que ella esperaba que yo tuviera esa misma magia entre mis manos, ya que ninguna de sus hijas compartía esa afición con ella.


Un día en una de esas escasas reuniones familiares que hay entre mi lado Gonzalez Cueva, estaban en casa de mi abuelita sus dos hijas con sus respectivos hijos, todos hablando y riendo de mil cosas de antaño. Mi abuela se paró, trajo la cajita mágica y se sentó a mi lado, -Vamos a tocar- me dijo; como siempre ella cantó, yo toqué y cuando terminamos ella aplaudia emocionada diciendo lo bien que lo había hecho su nieta. Obviamente yo estaba más emocionada aún, parecia que volvía a tener 5 años de nuevo.


Entonces fue que ella lo dijo: "Cuando yo ya no use mi acordeón, el va a ser para ti ¿Quién más lo va a usar pues?". Mi abuela ya tenía alrededor de 80 años y sólo tenía 2 cosas que guardaba con el mayor recelo: sus fotos y su acordeón, practicamente dormía con ellos. Todos sabíamos que tarde o temprano ella iba a dejar de tocarlo, no podía creer que mi abuelita me fuera a regalar una de sus cosas más preciadas, no podía creer que el tiempo iba pasando y ella sabía que en su caso, pronto no pasaría más; por más que lo haya dicho de la forma más solapada. Mi abuela me había escogido para ser heredera de la caja mágica. No podía estar más orgullosa.


Un par de años pasaron para que mi abuela dejara de tocar el acordeón. Tuvo que empezar a vivir en un asilo pues enfermó, ya no recordaba muchas cosas, pero aún así llevaba su acordeón a todos lados. Podíoa no recordar el nombre de nadie, pero cada vez que me veía sabía que yo era Valerita y era la que podía tocarlo. Un sábado fui a visitarla, ella se sentó con la ayuda de la enfermera y me dijo: "Toca". Trate de hacerlo como siempre lo habíamos hecho, pero ella casi no podía cantar, solo tarareaba y traté de seguirla lo mejor que pude. "¡Ay!, ¡esta vieja ya no puede cantar bien!" dijo con molestia, yo la abracé y bese su cabecita blanca. Quien iba a decir que era la última vez que tocabamos juntas. Al poco tiempo ella murío, yo me llevé el acordeón a casa.


Unos meses despues, me tuve que mudar sola y no pude llevarme el acordeón conmigo, así que lo dejé en casa de mi mamá hasta que yo pudiera llevármelo y empezar a aprender como hacer brotar notas armónicas sin la voz de mi abuelita. Sin embargo, días despues regresé a casa de mi mama a sacar las últimas cosas que quedaban allí y no lo encontré, pregunte a todos donde era que estaba, pero nadie sabía nada... hasta que llegó mi mama. Me acerqué a preguntarle donde estaba y friamente me contesto:

- El acordeón es mio.
- El acordeón me lo regaló la mami.
- Eso no es cierto, estas loca, el acordeón me lo regaló mi madre a mi y ya no esta aquí, lo vendí, nadie lo usaba.

Yo no dije más, sólo camine fuera de la casa con el resto de mis cosas. ¿Como pudo hacer eso? todavía estoy tratando de entenderlo, no sé si algún día tenga una respuesta.


Estoy buscando mi cajita mágica, se que pronto voy a encontrar la manera de recuperarla; mientras tanto solo canto para recordar. Canto para recordar que sus manos en mi cabello me hacían sentir la niña más amada. Yo canto para recordarte hasta que pueda encontrar mi cajita mágica y con ella poder completar el hechizo; para que asi puedas escucharme entre las estrellas que ahora están entre tus manos.

miércoles, 11 de julio de 2007

NN


Sin registro en la historia, tu y yo no tenemos pruebas de habernos amado. Ni una carta, ni una foto juntos... ninguna prueba fidedigna más que nuestra propia memoria frágil y efímera.

Tu amor es una foto carnet que llevo conmigo a todas partes, una pieza sola que se distorciona igual que mi recuerdo, no me habla, no me mira, no hay pruebas de mis manos en tu piel, todos los días va desapareciendo con el agua que disuelve mis huellas débiles. Yo nunca estuve ni en la sombra, no me veo en tus pupilas, no esta mi olor en tus manos. Tengo una imagen que me muestra aquel intangible que sentí mio por unos segundos.

Tu y yo no somos más que una historia sin registro, que sin nadie quien la cuente para ser recordada, se va perdiendo en el tiempo del mundo.