miércoles, 16 de septiembre de 2009

Antes de irme II

Todo iba pasando sin sesar, como olas en marejada y yo me sentía un barquito debil. Durante los meses todos los etcéteras que conté antes hubieron dos sucesos que realmente me golpearon ese año, dos cosas que le atinaron a tres palabras a las que yo les tengo mucho miedo: abandono, pérdida, soledad.

Esas tres palabras son probablemente las únicas cosas que hacen que me congele por un tiempo; tan ambiguas y tan horrendas. Creo que durante ese tiempo no tenía tan claros esos miedos como los tengo ahora.

Instintivamente y por mucho tiempo no quise querer a nadie por una razón que más que realista es bastante subjetiva: Todos siempre se van. Yo tenía la sensación de ser la que siempre se quedaba, a la que siempre dejaban, a la que nadie quería... ¿Para que iba yo a querer a alguien si siempre me iba a sentir sola?.

Sin embargo, en el tiempo si habían una gran cantidad de personas a las que yo quería (y quiero) infinitamente.

El primer suceso fue el fallecimiento de mi abuela.



No me tomó por sorpresa, no era algo para lo que no estuviera preparada, pero era mi abuela, mi abuela favorita, la única con la que compartí tiempo de "abuelos", la que me peinaba y cuidaba para ir al colegio y me hacía mermelada; a la que yo me sentaba a leerle el periódico y acompañaba a las procesiones que pasaban por su casa, con la que me sentaba en el parque a reiírnos de la gente, a la que me encantaba acercarme y oler su cabecita, la que me decía que aprovechara... porque yo era libre.





Hace años que ella decía que ya quería irse, que su cuerpo ya no le servía como antes, que que triste era la vida cuando se era viejo, que ya habia vivido muchos años, decia "Seguramente un día vendrán y me encontrarán muerta y sola".


Eso no sucedió, mi abuela murió al lado de mi mamá y ella la despidió diciéndole que la quería y perdonaba por todo. No se quien tenía que perdonar a quien, perdonar a alguien por cosas que se hacen sin experiencia previa se me hace un poco descabellado.

Yo estaba en la universidad cuando me enteré, me aturdí un poco, había mucho sol y me acordé de ella en mis veranos de niñez con su sombrero de paja gigante. Ya se fue... no me despedí, pensé y me sentí mal, no había ido a verla las últimas semanas porque me dolía verla; ya no caminaba, casi no hablaba, ya no cantaba.

La última vez que la vi no me recononió, ella siempre se olvidaba de los nombres de todos, pero nunca del mio, ella siempre me veía y los ojos le brillaban cuando decía "¡Valerita hijita!", pero ese día me miró un buen rato y me dijo: Yo te conosco, pero no recuerdo tu nombre... Soy Valeria Mami... ¡Ay! Cabeza loca ¿Cómo me voy a olvidar de ti?. Quiso cambiarse de sitio y tuvimos que ayudarla a sentarse, ella me pidió su acordeón e hizo que yo lo tocara porque ella ya no podía sostenerlo, ella siempre cantaba conmigo pero ya no podía. Yo le canté y toque para que estuviera contenta, María bonita le canté como diez veces. Me fui con una pena tan grande... ese día sentí que ya casi no era ella.

Cuando llegue al sitio donde falleció vi su cuerpo, a su lado estaba mi primo llorando, mi tía sentada con cara de espasmo y mi mamá haciendo todas las coordinaciones que se hacen en esos momentos. Me acerque y le toque la cabeza como siempre hacía, pero no... eso ahi ya no era mi abuela.

No se bien como explicarlo, la toqué y sentí que tocaba algo vacío, como si tuviera un hueco dentro; su cuerpo estaba tibio aún, sus ojitos cerrados como si durmiera, pero yo tocaba sus manos arrugaditas con las que siempre abrigaba mis manos frías y sentía que ahi ya no estaba, ya no vibraba. Mi abuela debía estar en otro lado pensé, porque lo que yo sentía con ella, ya no esta aquí.


Me salí a la calle a llamar por teléfono.


Las siguientes horas no las recuerdo bien, se que fui a mi casa a cambiarme y que llegué al velatorio con Sergio, recuerdo a mi mamá llorando como si estuviera en una telenovela, mi tía como un zombie, mi mamá sacandole en cara que ella no pagó nada del entierro de su madre, el cajón, las flores, que me reí mucho porque Sergio le puso Tina Turner a la lacrasa de la sobrina de mi abuela y recordando con mi hermano y mi primo todas las cosas que le habíamos hecho a mi abuela y que ella nos había hecho a nosotros.


Del entierro recuerdo que fue horrible, hicieron que los nietos caminaramos frente al cajón con las flores y digo hicieron porque no recuerdo como aparecí allí, no se si me lo dijeron o me pusieron pero ahi camine y creo que alguien tomó una foto (que horrible costumbre).


En el cementerio recuerdo a mi hermanito diciendo:
- Mamá, ¿por que ponen a la abuelita alli? No va a poder respirar...


Y mi mamá explicándole:
- La abuelita se ha ido al cielo y que alli no va a necesitar su cuerpo, por eso lo guardamos allí.
- Ah.


En ese momento recuerdo que lloraba y tenía una de las sensaciones más raras que he tenido en la vida: Sabía que era momento, sabía que no la iba a volver a ver (pero como sentía su presencia conmigo), sabía que ella no estaba allí físicamente... sentí un vacío tan grande que mesclado con el resto de las cosas daba como resultado los lagrimones que salían de mis ojos como escapándose de tanta pena. Sentí que no debía seguir llorando porque no sabía como iba a contener todo eso que estaba empezando a salir, sentí que nadie iba a contenerme... pensaba en mis lagrimas como ola de tsunami y mientras tenía esa imagen de inmensa ola de lágrimas decidí "rebobinarla" y meterla en no se en dónde. No sé en dónde.


Regresé a mi casa, no se que hice pero recuerdo que había sol y tenía puesta en la correa una florcita tejida que me había hecho mi abuelita, era verde, el verde era su color favorito.


Todos los dias siguientes me la paseé pensando en el hecho de no volver a ver a una persona, la muerte era inevitable, pero en ese momento yo no sólo pensaba en mi abuela, si no en lo que me estaba pasando además de eso.


¡Qué vacío! ¡Qué vacío! Que hueco tan grande sentía en el corazón.

La muerte es una separación inevitable, pensaba, pero a la vez no lo sentía así. No era que yo pensara que mi abuela andaba penando por ahí, pero era algo así como sentir (o saber) que ella se había convertido en otra cosa, como si se hubiera ido a un nivel en el que aún podía cuidar de mi pero sin que yo pudiera verla.
Mi mamá en casa lloraba y olía su ropa, como si con eso ella se quedara más tiempo con ella, como si eso arreglara algo. Yo junté cositas que me había tejido, florecitas, monederos, las junté porque al mirarlas la recordaba trabajando en sus tejidos, siempre tan meticulosa y enseñandome a tejer, con sus millones de agujas que nunca terminé de entender.

Probablemente fui yo la que se resignó más rapido de la ausencia física, era inevitable y creo que también fue más facil porque a pesar de que siempre aparecen recuerdos en los que dices " No hice lo suficiente", a diferencia de el resto de mi familia, yo me había preocupado mucho de buscar la forma de verla y sentarme a saber que pensaba, a escuchar sus historias y entender. Ella me hablaba con mucho amor y yo sólo podía responderle de la misma forma.
Mi abuela era una mujer muy dificil, pero si escuchabas un momento entendías muchas cosas, creo que a su partida me dió mucha tranquilidad saber que con ella yo había hecho ese intento.
Aún hoy sigo sintiendo que no me deja nunca porque todos los dias me doy cuenta de que llevo algo de ella conmigo y no hablo de apariencia física, si no de cositas tan simples como el guiso que me enseñó a hacer y ahora yo preparo para mis amigos o las frases y palabras extrañas que ahora repito y la gente se rie. Incluso cuando la sueño, siempre es el momento y los símbolos precisos.



Yo podía lidiar con la ausencia física inevitable, la pena iba pasando porque sentí que era el fin de un ciclo en el que yo cumplí mi papel lo mejor que pude, siento que mi abuela lo hizo tambien y por eso había que dejar que la pena se sienta, pero que pase y luego siguiera su camino.



Luego de eso me tocaba lidiar con otra ausencia, pero esa sería por propia voluntad.

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