jueves, 19 de abril de 2007

La primera declaración

En Abril del 89 cuando nos mudamos a Surco y ya era tarde para encontrar matrícula en algún colegio "decente" (según conceptos de mi madre, que se paseo heroícamente por cada colegio de la zona), así que tuvieron que inscribirme en calidad de emergencia en una casa-colegio cerca a donde vivíamos.
Una "casa-colegio", yo la recuerdo asi... todo estaba tan apretado y chiquito alli, incluso para mi que era tan chiquita; "San Antonio María Claret", la verdad nunca supe quien era ese señor, pero eso no es ni parte de la historia.
Mi hermano y yo nunca nos separabamos para nada, ibamos juntos a todos lados y tuve que ver con tristeza como se lo llevaban a otro salón para niños de su edad mientras una profesora, de la que sólo recuerdo la mano, me llevaba a lo que sería mi aula el resto del año. Pasamos por los salones de 3° y 4° donde enseñaba una profesora con cara de poco amor a los niños y yo sólo pensaba en mi mala suerte por haber caido en un sitio asi. Hasta que llegué a mi salón y regresó la tranquilidad a mi cabecita: La Miss Graciela me recibió con una sonrisa y yo pensé que no podía tener más suerte, pues había caído con la única Miss de cara amigable en un sitio lleno de ceños pobladamente fruncidos y pelos espantados (que puedo decir, aún eran los 80´s).
La Miss Graciela me presentó delante de toda la clase, pero nadie puso mayor atención a la niña que llegaba tarde. Así, me llevo a la mesota donde tenía que sentarme con el resto de mis compañeros y allí me dejó para continuar con su clase.
Para variar en la vida, yo no tenía ni la menor idea de que hacer, así que esperé a que me dieran algo para pintar como el resto y mientras esperaba, había algo que me hacía sentirme más rara de lo que ya me sentía. Volteé a mi izquierda y un niño que no dejaba de mirarme me preguntó cómo me llamaba - Valeria - le dije sin hacerle mucho caso - ¿y tu?, Francisco - me contestó, mientras dibujaba algo a escondidas. Era un niño lindo... y su mirada permanentemente en mi me gustaba mucho, aunque yo no entendía bien por que.
Así seguimos en la clase, salimos al recreo y jugué con el único amigo que tenía ese día, regresamos al salón, todo como era de esperarse; hasta que Francisco me llamó para que viera lo que tenía debajo de la mesa, el pobre estaba tan nervioso y yo no entendía por qué, pues sólo me enseñaba un pedazo de papel arrugado en su mano - ¿Qué es eso? - le pregunté - Es para ti - me dijo mientras me lo entregaba con su maño sudosa llena de crayola. Fui abriendo el papelito e iba encontrando una flor de varios colores, seguido de la frase "¿Quieres casarte conmigo?.
Yo no podía creerlo, trataba de pensar lo mas rápido posible pues él me miraba esperando una respuesta con los mismos ojos brillosos con que me miró cuando llegué. ¿Qué le iba a decir?¿Que iba a pasar? ¿Qué tenía que hacer? y sobre todo, hiciera lo que hiciera ¿Qué iba a pasar despues?. ¡¡¡Era mi primer dia!!! y yo estaba tan asustada.
Entonces, cometi el primer error amoroso de mi vida (que se repetiría sin querer mucho tiempo despues): Negar todo para sentirme segura. Asi que con la cara de seguridad que pongo desde siempre para mentir en casos de ésta índole le dije: No, todavía soy muy chiquita.
Como se me torcío el corazón al ver la cara de Francisco cuando escuchó mi respuesta... bajo los ojos y me miró de nuevo para preguntarme - ¿Por qué?, porque soy muy chiquita, no me puedo casar- y seguí pintando para tratar de hacer algo mientras él me miraba con tristeza. No sé como aguante esa cara de tranquilidad tanto rato, yo realmente quería decirle que si - Si me caso contigo, pero despues - Pero se me ocurrió la fugaz idea de que aún teniamos tiempo, ¡Si faltaba todo el año escolar! ¡No necesitaba saberlo ahorita! Además, recien era el primer dia.
Así nos pasamos un par de meses más, el preguntándome si ya iba a ser su esposa, yo, que no comprendía bien ese concepto, preferí seguir jugando con él de la mano, viéndolo saltar con sus zapatos ortopédicos que por alguna razón me causaban alegría. Él me levantaba cada vez que me caía, yo sólo lo tomaba de la mano, siempre de la mano con tanta alegría.
Un dia no vino más al salón, los niños dijeron que sus papas tenían que viajar y que él se fue con ellos; yo la verdad nunca supe que pasó. Nunca supe si el sabía que viajaría o si tal vez no quiso decírmelo para no tener que despedirse. Nunca más supe de él, me quedé esperando varios dias más su entrada por la cochera de nuestra "casa-colegio" con esa cara que siempre me daba ganas de abrazar y sus zapatos ortopédicos.
Francisco todavia sigue en mi corazón, en mi memoria quedó esa manera tan simple de cuidarme, esa que yo quería tanto; que pena no haberle podido decir que sí me quería casar con él... jajaja... bueno en algún sentido figurado supongo. Ahora de cuando en cuando lo recuerdo y todavía me causa alegría, lamento no haber tenido el valor suficiente para decirle lo que sentía. ¿Qué puedo decir? Era sólo una niña. Luego de tantos años, me doy cuenta de que ese error por miedo lo he vuelto a repetir, sólo que ahora duele más que la primera vez.
Ahora que he recordado a Francisco prometo no volver a callarme. La próxima vez, será en tu honor Francisco, será en tu honor.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

:)

betamax dijo...

"...yo realmente quería decirle que si - Si me caso contigo, pero despues -..."

Cuando era chiquito, mis sentimientos eran fuertes y poderosos, eternos... y luego se esfumaron. Y después vinieron otros más fuertes, y se esfumaron también.

Ahora me parece imposible que mis sentimientos actuales se esfumen, mi idealismo insiste a pesar de todo... :)

Anónimo dijo...

Es un relato tan colmado de ternura, V., que hasta mi fria pantalla quiere perderse en flores pintadas de crayón.

V dijo...

Ando en busca de la ternura... Gracias por el comentario :)