domingo, 26 de diciembre de 2010

Quiero

Yo no sabía qué era lo que iba a recibir, esa fue mi sorpresa.

Apagaste la luz, te abrazaste a mi cintura, yo temblaba de sensación, de incertidumbre de no saber a dónde me iba a llevar ese movimiento, de saber cómo respondo con deleite.

Me pediste silencio para contarme una historia de la selva.

- ¿De la selva?
- Cállate, te estoy explorando.


En silencio me volví selva para que te adentres en mis fondos húmedos, para acariciarte con mis hojas y flores, para ser lianas que se aprietan contra tus piernas de árbol macizo.

Crecí... crecí... me hice pequeña, cerré los ojos con deseo de sentirte empapado de mis ganas, para escuchar tu voz dándole vida al olor de nuestra fábula.

El sosiego se rompe con los gritos de los animales, con las ramas que se mecen, con las manos del hombre que se adentra en busca del fruto inesperado en la indómita espesura.

En un segundo enmudecido, abrimos los ojos y somos nosotros, llenos de otra vida agreste, de una dádiva de seres fantasiosos. Un reino conquistado por mortales sin pretensión de tiranía.

Entonces ahora que me miras yo te otorgo mi nobleza, porque eres EL hombre de todos mis hombres, eres el dueño de mi cuerpo, el dueño de mi sexo, de mi lujuria y también de mi inocencia. Eres el que con su cuerpo levanta mi entraña ferviente, burbujeante… eres el que en silencio me hace soberana.

Miro tus piernas sobre mi, pienso que quiero. Quiero.

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