martes, 4 de mayo de 2010

Mami

Te extraño tanto.

Hoy iba en la combi y subió una viejita de cabello blanco, me cambié de asiento para que ella pudiera tomar el mio que era más cómodo. "Los asientos siempre se ceden a las personas mayores", tu me decias eso cuando me llevabas en bus a algún lado, no se a donde, yo sólo recuerdo los trayectos a lugares sin nombre, los trayectos en que tu me ibas diciendo cosas y hablando con las personas que estaban a tu lado.

Iba en la combi y veía el cabello blanco de la señora y recordaba cuanto me gustaba besar tu cabecita y sentir tu olor, ver desde arriba las arrugas de tus ojos y tus labios siempre rojos, tus labios que pintabas mirándote en el espejito verde para decir riéndote al terminar: "Ay mira a esta vieja coqueta".

La señora iba con varios paquetes que iba acomodando de a poquitos, yo pensaba en las veces en que tu ibas a visitarnos con bolsas llenas de cositas que habías preparado, en esa época en que mi mamá no dejaba que te vieramos, recordé la mermelada y tu guiso de pollo, recordé tus manos por la ventanita de la puerta.

Tus manitos arrugadita siempre me dieron tanta ternura, miraba las manchas en ellas y pensaba que eran bonitas, tu siempre renegabas de las arrugas de tus manos, tal vez porque cuando eras joven deben haber sido muy bonitas, aunque yo igual pienso que así como las veía eran bonitas. Mucho más bonito era cuando abrigabas mis manos en las tuyas, yo siempre tengo frio, tu sabías eso y me abrigabas con cosas que tu misma hacías, creo que por eso tus manos me parecían tan lindas. Yo quería aprender a hacer esas cosas lindas con mis propias manos para regalarlas a quienes amaba porque así hacías tu conmigo. Siempre pense que el amor debía ser algo que se construía con las manos.

Yo me baje de la combi y la señora siguió su camino, "seguro va bien lejos" me dije a mi misma, aunque seguro no tan lejos como lo estamos tu y yo ahora.

Caminé hacia mi destino y sentí el olor de esas flores de enredadera que a ti te gustaban tanto, esas por las que podías pararte a saltar hasta bajar unas cuantas solo para perfumar la sala. Te recordé saltando jugando volley en el parque de frente a la casa mientras esperabas a que abriera la panadería.

Recordé los claveles y tu collar rojo, tu boca roja y sus marcas en mis cachetes, tu voz diciendo "Valerita, hijita... Ay mira esta china traviesa!". Te recordé cantándo María bonita.

Te extraño tanto.

No se si alguna vez voy a dejar de extrañarte.

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