jueves, 17 de mayo de 2012

Envíos

Siempre creo que no vas a contestarme. No sé si es miedo o reminiscencias de experiencias pasadas. Cada vez que hago click para enviar, lo hago con una emoción infantil que luego es apagada por la idea de que nunca más vas a contestarme.

En el lapso entre mi envío y tu respuesta, me la paso releyendo lo escrito, regañándome acerca de mis faltas ortográficas y mis “lost in traslation” cotidianos, preguntándome acerca de hacía dónde podría llevarnos la interacción de estos correos, acerca del tiempo que pasa inevitablemente, las cosas que olvidé decir y las que también quisiera decir cuando tenga oportunidad, cuando haya el momento adecuado. Siempre pienso en ¿Cuándo es adecuado? Y ¿Qué es adecuado?. 

Algunas veces no puedo más con mi impaciencia y  en esos momentos decido convencerme de que no vas a contestarme nunca más. Entonces considero conveniente borrar todos tus mensajes y fotos, para no pensar en ti y hacer como que no recuerdo de memoria las palabras que has escrito. ¡Ya fue todo! ¡Ya no quiero nada! Me digo a mi misma para convencerme de que soy muy digna, cool e interesante como para pensar en alguien que no me responde y que ciertamente voy a estar mejor así. Las cosas maravillosas que voy a tener sin tener este deseo. Ya fue, lo borré. Eso ya no existe.

Al otro día, abro mi correo a primera hora y veo tu nombre en mi bandeja de mensajes y me siento cojudaza, doy un click con apurada curiosidad y empiezo a leer: “Disculpa la demora en responder…”, entonces me arrepiento de mi majadería y trato de recuperar todo lo borrado, trato, pero siempre hay algo que se pierde en esos ataques (no sé si algo de mis temores o sólo información propiamente dicha)

No te imaginas las cosas que aprendo con cada una de tus respuestas, sobre ti, sobre mí… y también acerca de creer en las personas. Con cada respuesta alimento algo dentro de mí, creo que es la fe o no sé, la esperanza de que las cosas puedan ser diferentes a las experiencias ya vividas.

Es raro y es doloroso, porque a veces pienso que tal vez no debería compartir estas cosas contigo (o con nadie), porque tal vez esas cosas que se despiertan en ti al leerme las usarás luego para compartirlas con alguna otra mujer y yo quisiera que esas cosas despertadas sólo las comentaras conmigo.

Yo sé, es aprensivo, no creas que no lo pienso. Es que a veces deseo tener más de esos momentos en que uno le dice al otro cosas que no le dice a nadie más y tengo esta romántica idea de que quisiera que alguien conozca mis secretos (Es que no puedo con mis secretos) y yo también algunos ajenos.

Por ese mismo pensar es que paso a preguntarme ¿Qué gano yo diciéndote todas esas cosas? Y contestarme no ha sido fácil, cada que repito la pregunta, la respuesta aparece y  desaparece tan rápidamente como llegó; entonces reniego y me digo a mi misma que tal vez esa respuesta no existe realmente, que soy yo la que esta tratando de inventarse algo que haga menos difícil esta situación imaginaria.

Es que también yo me canso de mis discursos positivos, pues aunque esto del desapego y el dar por voluntad propia es algo bastante notable, hay algo que no puedo negar y es el hecho de que recibir también nos alimenta.

Recibir una respuesta, una caricia, un no, un no sé o lo que sea que llegue de vuelta siempre nos da un punto de referencia con respecto al otro, una mirada de qué es lo que el otro ve en eso que uno dice.

No tiene que ver con una cuestión de opinión con respecto a uno, si no con un tema de vínculo. Alimentar los vínculos es algo delicado,  me da miedo porque mi positivismo se va sintiendo vacío cuando las respuestas no llegan y pasar la vida sin un atisbo de esperanza en que las cosas pueden ser como uno quiere es bastante triste.

Para evitar esa misma tristeza también me he inventado montones de discursos en pro de la buena soltería y la cantidad de cosas que puedo hacer pues no tengo que coordinar nada con nadie, en lo bueno que es tener un espacio sólo para mi, en la gente que conozco mientras estoy sola, en las cosas de las que no tengo que cuidar. Pero ¿Sabes qué? Llega un momento que me doy cuenta que también uso todas esas razones para tratar de no tomar en cuenta el hecho de que si quiero estar acompañada.  Uno se va poniendo un poco cínico con el tiempo.

Hay algo que aprendo con cada respuesta y es tan simple como sacar las cosas que pienso fuera de mi, fuera de mi burbuja, fuera de mi idea de que nadie me entiende, me pone en un lugar en dónde puedo tener una interacción que me enriquezca. Me saca de los silencios agresivos (porque sí, hay silencios violentos también) y de mis posibles escenarios factibles (que debo admitir, a veces son un poco trágicos).

Hago un esfuerzo por no darle crédito a esas otras voces que me dicen que siempre va a ser lo mismo, esas que aún se alimentan de episodios pasados, que parecen salir a penar de cuando en cuando, me molestan en verdad. Quisiera convencerlos de que aquí en el presente ya no hay nada de qué nutrirse, pero los muy sapos tergiversan la soltería con soledad y por ahora no tengo una experiencia práctica para acreditar mi teoría.

Me doy cuenta que hay algo escindido en mi. Por un lado deseo poder conectarme con alguien y por otro lado creo que eso no va a suceder. Creo que pienso que no vas a contestarme porque quiero corroborar mi propia estadística pesimista, en la que hago un conteo y confirmación de que no puedo confiar en lo que la gente dice, si no únicamente en lo que Yo hago y por ende, estar sola siempre va a ser mejor.   No sé si mantengo esa idea para no ilusionarme o para seguir sorprendiéndome, tal vez con el tiempo confirme mi teoría del desdén o encuentre una (espero) con nuevas perspectivas. Y es que siempre siento que debo hacer todo sola y tengo la intuición (Y digo intuición porque en verdad no lo se) de que no es siempre así, que en verdad si hay situaciones en que dos personas hacen cosas juntas para estar juntos. Si esto último de verdad sucede, no se cómo pedirlo... creo que necesito ayuda con esto, se me hace dificil pensar que puedo pedirle a alguien que haga algo conmigo y esto de hacer las cosas sola es algo dificil incluso para el pensamiento.


En medio de ese pesimismo hay un lado de mí, chiquitito y gritón que me dice que no es cierto, que para encontrar la confianza yo también tengo que confiar, que uno no reconoce lo que no experimentado antes en sí mismo. Creo  que decido que mis acciones van a buscar crear en mi eso que yo espero encontrar.  

¿Parece contradictorio verdad?, pero es que trato de encontrar un camino en dónde el miedo no me domine. Es cierto que nunca se va, pero prefiero caminar temblando que quedarme en la sombra endureciéndome, alimentando registros que no se cambian si las personas no lo intentan. 

Así que contesto, contesto siempre. Y hasta ahora tu también.

Tal vez en algún momento, las respuestas se harán más lejanas, tal vez ya no las extrañaremos tanto, hasta que llegue un momento en que los saludos lleguen en las fechas de fiesta y más adelante, ni si quiera eso. O tal vez sea todo lo contrario, tal vez seamos esas personas que encuentras un hilo conductor a través del tiempo.

Por lo pronto, esto de las cartas es divertido.  

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