En el lapso entre mi envío y tu
respuesta, me la paso releyendo lo escrito, regañándome acerca de mis faltas
ortográficas y mis “lost in traslation” cotidianos, preguntándome acerca de hacía
dónde podría llevarnos la interacción de estos correos, acerca del tiempo que
pasa inevitablemente, las cosas que olvidé decir y las que también quisiera
decir cuando tenga oportunidad, cuando haya el momento adecuado. Siempre pienso
en ¿Cuándo es adecuado? Y ¿Qué es adecuado?.
Algunas veces no puedo más con mi
impaciencia y en esos momentos decido
convencerme de que no vas a contestarme nunca más. Entonces considero
conveniente borrar todos tus mensajes y fotos, para no pensar en ti y hacer
como que no recuerdo de memoria las palabras que has escrito. ¡Ya fue todo! ¡Ya
no quiero nada! Me digo a mi misma para convencerme de que soy muy digna, cool
e interesante como para pensar en alguien que no me responde y que ciertamente
voy a estar mejor así. Las cosas maravillosas que voy a tener sin tener este
deseo. Ya fue, lo borré. Eso ya no existe.
Al otro día, abro mi correo a
primera hora y veo tu nombre en mi bandeja de mensajes y me siento cojudaza,
doy un click con apurada curiosidad y empiezo a leer: “Disculpa la demora en responder…”, entonces me arrepiento de mi
majadería y trato de recuperar todo lo borrado, trato, pero siempre hay algo
que se pierde en esos ataques (no sé si algo de mis temores o sólo información
propiamente dicha)
No te imaginas las cosas que
aprendo con cada una de tus respuestas, sobre ti, sobre mí… y también acerca de
creer en las personas. Con cada respuesta alimento algo dentro de mí, creo que
es la fe o no sé, la esperanza de que las cosas puedan ser diferentes a las
experiencias ya vividas.
Es raro y es doloroso, porque a
veces pienso que tal vez no debería compartir estas cosas contigo (o con nadie),
porque tal vez esas cosas que se despiertan en ti al leerme las usarás luego
para compartirlas con alguna otra mujer y yo quisiera que esas cosas
despertadas sólo las comentaras conmigo.
Yo sé, es aprensivo, no creas que
no lo pienso. Es que a veces deseo tener más de esos momentos en que uno le
dice al otro cosas que no le dice a nadie más y tengo esta romántica idea de
que quisiera que alguien conozca mis secretos (Es que no puedo con mis secretos)
y yo también algunos ajenos.
Por ese mismo pensar es que paso
a preguntarme ¿Qué gano yo diciéndote todas esas cosas? Y contestarme no ha
sido fácil, cada que repito la pregunta, la respuesta aparece y desaparece tan rápidamente como llegó; entonces
reniego y me digo a mi misma que tal vez esa respuesta no existe realmente, que
soy yo la que esta tratando de inventarse algo que haga menos difícil esta
situación imaginaria.
Es que también yo me canso de mis
discursos positivos, pues aunque esto del desapego y el dar por voluntad propia
es algo bastante notable, hay algo que no puedo negar y es el hecho de que
recibir también nos alimenta.
Recibir una respuesta, una
caricia, un no, un no sé o lo que sea que llegue de vuelta siempre nos da un
punto de referencia con respecto al otro, una mirada de qué es lo que el otro
ve en eso que uno dice.
No tiene que ver con una cuestión
de opinión con respecto a uno, si no con un tema de vínculo. Alimentar los
vínculos es algo delicado, me da miedo
porque mi positivismo se va sintiendo vacío cuando las respuestas no llegan y
pasar la vida sin un atisbo de esperanza en que las cosas pueden ser como uno
quiere es bastante triste.
Para evitar esa misma tristeza
también me he inventado montones de discursos en pro de la buena soltería y la
cantidad de cosas que puedo hacer pues no tengo que coordinar nada con nadie,
en lo bueno que es tener un espacio sólo para mi, en la gente que conozco
mientras estoy sola, en las cosas de las que no tengo que cuidar. Pero ¿Sabes
qué? Llega un momento que me doy cuenta que también uso todas esas razones para
tratar de no tomar en cuenta el hecho de que si quiero estar acompañada. Uno se va poniendo un poco cínico con el
tiempo.
Hay algo que aprendo con cada
respuesta y es tan simple como sacar las cosas que pienso fuera de mi, fuera de
mi burbuja, fuera de mi idea de que nadie me entiende, me pone en un lugar en
dónde puedo tener una interacción que me enriquezca. Me saca de los silencios
agresivos (porque sí, hay silencios violentos también) y de mis posibles escenarios factibles (que debo admitir, a veces son un poco trágicos).
Hago un esfuerzo por no darle
crédito a esas otras voces que me dicen que siempre va a ser lo mismo, esas que
aún se alimentan de episodios pasados, que parecen salir a penar de cuando en
cuando, me molestan en verdad. Quisiera convencerlos de que aquí en el presente
ya no hay nada de qué nutrirse, pero los muy sapos tergiversan la soltería con
soledad y por ahora no tengo una experiencia práctica para acreditar mi teoría.
Me doy cuenta que hay algo
escindido en mi. Por un lado deseo poder conectarme con alguien y por otro lado
creo que eso no va a suceder. Creo que pienso que no vas a contestarme
porque quiero corroborar mi propia estadística pesimista, en la que hago un conteo
y confirmación de que no puedo confiar en lo que la gente dice, si no
únicamente en lo que Yo hago y por ende, estar sola siempre va a ser mejor. No
sé si mantengo esa idea para no ilusionarme o para seguir sorprendiéndome, tal
vez con el tiempo confirme mi teoría del desdén o encuentre una (espero) con
nuevas perspectivas. Y es que siempre siento que debo hacer todo sola y tengo la intuición (Y digo intuición porque en verdad no lo se) de que no es siempre así, que en verdad si hay situaciones en que dos personas hacen cosas juntas para estar juntos. Si esto último de verdad sucede, no se cómo pedirlo... creo que necesito ayuda con esto, se me hace dificil pensar que puedo pedirle a alguien que haga algo conmigo y esto de hacer las cosas sola es algo dificil incluso para el pensamiento.
En medio de ese pesimismo hay un
lado de mí, chiquitito y gritón que me dice que no es cierto, que para
encontrar la confianza yo también tengo que confiar, que uno no reconoce lo que
no experimentado antes en sí mismo. Creo que decido que mis acciones van a buscar crear
en mi eso que yo espero encontrar.
¿Parece contradictorio verdad?,
pero es que trato de encontrar un camino en dónde el miedo no me domine. Es cierto
que nunca se va, pero prefiero caminar temblando que quedarme en la sombra
endureciéndome, alimentando registros que no se cambian si las personas no lo
intentan.
Así que contesto, contesto
siempre. Y hasta ahora tu también.
Tal vez en algún momento, las
respuestas se harán más lejanas, tal vez ya no las extrañaremos tanto, hasta
que llegue un momento en que los saludos lleguen en las fechas de fiesta y más
adelante, ni si quiera eso. O tal vez sea todo lo contrario, tal vez seamos
esas personas que encuentras un hilo conductor a través del tiempo.
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