lunes, 5 de septiembre de 2011

Ella y Él

Ella se movía adormecida entre sus sábanas,  respirando como si estuviese regresando de algún lugar lejano. Aturdida, abrió los ojos y volvió a cerrarlos.

Ella estaba parada con un hombre, vestida de fucsia y panuelo en el cabello, Él de uniforme solémne: los dos hablaban acerca de lo que iba a suceder en breves momentos.

Ven acuéstate en mi regazo unos momentos, antes de que todo termine, le dijo ella con suavidad.

Ella conocía a su pueblo, sabía de que eran capaces, sabía que no iban a tener misericordia de él; no importaba quien fuese, ellos sólo iban a pedir sangre en su revolución. Los días de tensa paz se habían terminado.

Cuando se conocieron nunca pensaron en estar juntos, él venía de muy lejos y de dejarlo todo, ella venía de un pueblo que cargaba con años de injusticias. El destino siempre junta a las personas para que aprendan uno del otro en su camino.

Ambos vivían en una alianza donde el imperio de llegada era representado por él y el pueblo invadido por ella. Ambos simbolizaban un tenso acuerdo que había surgido luego de una matanza de muchos años, donde todos culpaban a todos y al no saber con certeza quien era el culpable decidieron tranzar una alianza; no eran los primeros en gobernar, pero si serían los últimos.
 
Cuando él decidió aceptar ese puesto sabía que si todo se rompía él sería quien daría la cara por su imperio, sabía que si algo pasaba sería él quien moriría; pero como buen guerrero aceptó su camino y decidió defender la paz de la alianza.

Ella llegó allí por herencia, simplemente aceptó lo que su pueblo le había enseñado desde pequeña: sus ancestros y familiares gobernaron y ahora no quedaba más nadie que ella.

Así, en esas circunstancias ellos aprendieron a amarse.

Pero la alianza había sido traicionada en secreto y el pueblo había vuelto a levantarse en busca de culpables. Lo único que sabían a ciencia cierta es que todos lo acusaban a él y pronto vendrían a tomar su cabeza. Ella sabía, sabía que el no tenía culpa alguna, pero no tenía como probarlo.

No importa, dijo él, yo voy a enfrentarlos con la verdad y si muero pues ese será mi destino.

Ella no soportó escuchar sus palabras, no podía ver torturado a su inocente amante, imaginaba cuando vendrían a buscarlo, la forma que sabía que lo harían. Ella, al romperse la alianza, debía entregarlo a su pueblo.

- No puedo entregarlo, que muera conmigo antes de que lo haga en manos de ellos; pensó.

En ese momento lo decidió.  De cualquier forma iba a ser castigada, de cualquier forma, ambos estaban condenados.

- No me importa, prefiero ser yo la que muera en sufrimiento antes que verlo torturado, se dijo.

El se acercaba y ella vertió un té que le dio a beber, el lo recibió y se recostó sobre ella.

El pareció no darse cuenta, cada segundo que pasaba en su regazo mientras ella acariciaba su cabeza iba cayendo en un profundo sueño. Ella contenía el llanto, "Quienes son peores, Quienes son peores..." se repetía mientras sin mirar besaba su frente descubierta.

Abrió los ojos, lo vio muerto. Tras un golpe en la puerta la guardía entró y ella enterró en algún lugar sus gritos, sus ojos de horror, el dolor de su crimen. Los guardías gritaban, preguntaban cosas, lo movían, la movían... su rostro parecía haberse congelado.

Ella conocía las reglas, debió entregarlo, al darse cuenta de que estaba muerto le darían muerte.

Moriré... moriré... moriré porque has muerto... moriré porque te he dado muerte, se repetía entre el miedo y el alivio Los dirigentes sublevados llegaron para entregarlo a la multitud, pero sólo estaba ella, entumecida, silenciosa entre los gritos que la acusaban de traición.

Moriré.

Traición o clemencia, no importaba, alguien debía ser castigado. La tomaron por el brazo y paso a paso la guardia la llevó entre la multitud enardecida por cada camino. Ella lloraba y no lo sentía, veía las caras de la gente que gritaba improperios mientras caminaba. Llegó a una celda de paredes enormes.

- Aquí moriré, se dijo.  Pero no fue así.

Allí la dejaron y de cuando en cuando un plato de comida rancia visitaba su puerta. "Ahora si", se decía cuando escuchaba ruidos, pero no, los días pasaban y nadie terminaba con su tribulación.

Entonces, mientras pasaban los días ella repetía: Tuve que hacerlo, no podía dejar que ellos lo hicieran, a las paredes de su celda, a los bichos que caminaban sobre ella, al polvo que la cubría, tratando de justificar esa horrible imagen grabada en sus ojos; verlo morir en sus brazos, saber que fue ella .

Los años pasaron y al no llegar la muerte a su silencio, ella la invocó a gritos, maldiciendo, suplicando, pero la única llegada era la de su comida rancia.

Ella contó las líneas de su piel y sus cabellos grises como si fueran años, veinticinco, treita y cinco, cincuenta... que importaba... ella contaba delirando.

Una mañana, con la sensación de veracidad de sus desvario cotidianos, Ella empezó a escucharlo.

"Vamos, es el momento", le repetía susurrando.  Ella no lo creía.

Durante seis días seguidos Él regresó con sus susurros, Ella, inmovil en su celda lo escuchaba cada mañana sin contestar, quietecita como animal débil. Al amanecer de la sétima mañana Él apareció por unos segundos y le dijo: "Te estoy esperando, ven conmigo"

Ella, con el mismo vestido con el que creyó debió morir hace muchos años, tocó sus ojos con la lentitud propia de sus años y dio varios suspiros mientras sentía el sol entrar por su ventana. Al ver el resplandor claro, cerró los ojos.
De un brinco salió de la cama, miró sus manos, su cuarto, tocó su piel, corrió al espejo... no, no era anciana... Pero ayer... o anoche... anoche... anoche me dormí aquí, sí, sí, sí. Miró la hora y corrió a la ducha, mientras se vestía se miraba al espejo como si desconfiara. Tomó sus cosas y se fue a trabajar como de costumbre. A la mitad del día Él la llamó diciéndole que iba a ir a su casa en la noche. Ella le contestó que lo esperaba.

Esa noche ellos hablaban serios despues de la comida, Ella lo acariciaba en su cama y tras un silencio largo El volteó y de la nada le dijo:

- ¿Estas pensando en matarme?
- No... ¿por qué?
Preguntó preocupada.
- Porque no sé, tuve esa imagen. Esta dificil esto...

Ella se asustó, no supo que decir, guardo un silencio pequeño e hizo una mueca para no contestarle.

-Entonces, ¿Qué hacemos?
- ¿De qué?
- ¿Cómo que de qué?
- Ah... perdón.
- ¿Estas prestando atención?
- Sí, sí.
- Dime entonces, lo que sea, pero dime la verdad.
- Si.
- ¿Sí?
- Sí. Lo hacemos juntos.
- Va a ser dificil...
- Lo que suceda, hagámoslo juntos

El sonrió y tomando su mejilla le dijo:

- Ya linda, no te pongas tan seria... nadie va a morir en este intento.

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