miércoles, 21 de enero de 2009

Las buenas cosas encontradas

En ese momento trabajaba part time en un centro comercial, un trabajo bastante monótono, pero en el que tenía buenos jefes, buenas compañeras y un pago que me daba lo suficiente como para poder realizar un par de proyectos por mi misma; lamentablemente ya se acababa mi contrato y como estaba cubriendo vacaciones, pronto tendría que buscarme uno nuevo.

Pasaron algunos meses antes de que buscara oficialmente uno, como dije antes, quedarse callada a veces tiene sus ventajas y como lo venía haciendo con bastante destreza, mi madre decidió pagar por mis estudios y además hacerme el favor de darme algunos soles para poder subsistir. Así pasé los días viviendo como siempre en casa de mi mamá, dividiendo el tiempo entre la universidad y el maravilloso novio que ahora tenía.

"La vida tiene sus buenas cosas" pensaba, por más que el estar en mi casa era siempre un drama total, sentir que alguien me amaba y de hecho tenía cierto entusiasmo por estar conmigo me hacía pensar que tal vez así iba a ser siempre la vida: una mierda por un lado y una dulzura por el otro... si despues de todo hasta parecía compensado. Creo que nunca hice el mismo planteamiento para el futuro, tal vez me habría dado cuenta de que algo andaba mal con mi razonamiento.

Es increíble como a veces uno se acostumbra a vivir en la miseria (y no me refiero a lo monetario, si no a la miseria en cualquier sentido aplicable), a sentir que es algo cotidiano y merecido, que las cosas son así y hay que aceptarlas pues en algún momento llegará la ocasión en que todo pase y tendrás algo que compense esa miseria cotidiana. El futuro siempre es tan incierto desde la miseria, todo puede seguir igual como puede cambiar repentinamente, pareciera que nunca esta en nuestras manos, pues todo lo que nos pasa no es culpa nuestra... es el resto que se cruza e interfiere. De cualquier forma siempre existe la posibilidad de que algo al azar suceda y te haga inmensamente feliz.

Ese azar llegó a mi vida como jugando, literalmente jugando... y yo pensé que por fin la vida me había dado ese contra peso que me estaba haciendo falta. Mi casa es una mierda... pero estudio lo que quiero y tengo alguien a quien amar, de hecho todo eso más qeu ser un contra peso parecía estar a mi favor. Fueron unos cuantos meses de pura alegría.

"El amor por lo que hacía me embargaba en todo sentido: el amor por mi carrera, mis nuevos planes, estaba aprendiendo y todo me gustaba tanto, había conocido nueva gente, nueva gente que estaba aprendiendo a amar, que no tenían miedo al contacto, que entendían bien mis deseos de conocer el mundo a través del arte; por otro lado estaba el amor por Él; su forma de dejarse observar, su entendimiento extraño de mi mundo, sus ganas de explorarme, la forma en que me iba haciendo parte de las cosas que amaba. Todo era como si de repente me hubiesen tocado con una varita mágica y me hubiesen dado un regalote. Después de todo, yo siempre había sido muy buena niña, me lo tenía bien merecido pensaba yo.

No podía creer del todo eso que me estaban mostrando, la gente era feliz la mayoría del tiempo y eso para mi era extrañísimo ¿Cuándo fue que dejé de darme cuenta de que eso pasaba en el mundo? Yo recuerdo que cuando era niña todo era muy brillante, siempre tenía ganas de hacerlo todo, mi empeño era inagotable. Por alguna extraña razón mi energía comenzó a opacarse y la gente se veía siempre problemática, siempre había un pero para truncar lo que yo quería y eso quitaba todo el entusiasmo que pudiese salir de mis poros. Pero ahí estaba, viéndolos felices, riéndome con ellos, sintiendo que era parte de algo hermoso.

Estaba feliz como niña en feria y no quería dejar de estarlo.




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