miércoles, 10 de diciembre de 2008

En busca de mi casa


Era el peor momento para pensar en ese concepto. Hogar... que palabra tan lejana, de verdad no esperaba encontrarle significado nunca más. Hogar... que remota palabra ¿qué significaba? ¿Había tenido alguna vez sentido para mi?

Realmente era un momento desastroso para tratar de encontrar un hogar; echada de mi casa por decir lo que pienso, diciéndole adiós al amor sin promesas y en un mar de lagrimas, con un mal trabajo, un hijo de puta por jefe y sin lugar donde poner mis cosas y aunque sea esconderme un rato, me empecé a preguntar: ¿qué hogar tengo yo? ¿Alguna vez lo he tenido?

Todo era un revoltijo de ideas, una sucesión de malos eventos que se agruparon totalmente al azar y en este caso, el azar parecía querer hundirme sin mayores contemplaciones.

Como dije antes, me habían echado de casa por decir lo que pienso. No sé que me pasó en aquellos momentos en que mí bocota se abría diciendo cosas que siempre pensé, pero nunca creí decir algún día; creo que más que creer si podía decirlas o no, había decidido callarlas para mi conveniencia, pero ya saben... cuando uno es acribillado por un millón de circunstancias, siempre explota por algún lado.

Ya no había arreglo, mi madre me gritaba que me largue sin más ni más y yo le gritaba de vuelta todas las cosas que pasaban por mi cabeza con una serenidad que pocas veces he visto en mi en casos similares. ¡que bien me sentí diciendo todo eso que tenía guardado! Que jodida estaba luego de haberlas dicho... sin casa... y próximamente sin persona que me de algo de aliento.

Caminaba fuera de mi casa y allí estaba él, esperándome un tanto molesto por el tiempo que había tardado en bajar; abrí la puerta, subí al carro, mi cara lo decía todo: mi demora no pudo haber sido por nada bueno.

Desde que lo vi pensé que ese chico era el amor de mí vida. Lo vi y supe que mí corazón amaría a ese muchacho de raro acento más de lo que podría soportar. Que extraño fue verlo y sentir ese golpe de imágenes, sensaciones y certezas. Que bueno saber, que dolor saberlo. A pesar todo, pasó mucho tiempo antes que él y yo nos besáramos siquiera; su historia y la mía era al igual que al inicio de mi historia, una sucesión de eventos al azar, pero en aquellos momentos, no coincidían para nada.

Fueron 6 años los que pasaron antes de que todo empezara, 6 años en que fuimos amigos diciéndonos tonteras, 6 años de puras insinuaciones que no nos llevaban a ningún lado: el siempre tenía novia, yo siempre tenía novio y si alguno de los dos no tenía pues tampoco coincidía con el otro. Solo eran mensajitos de messenger, miradas y comentarios calentones si es que nos veíamos; porque mensajitos habían muchos, pero conversaciones reales frente a frente, contadas con los dedos.

Un día, precisamente al azar, hubo una reunión en casa de una amiga y al encontrarnos en el messenger quedamos en vernos. A pesar de haber quedado ese día yo todavía lo consideraba un hecho poco probable; muchas veces habíamos hecho lo mismo y siempre alguno no iba o simplemente iba tarde y nos cruzábamos. Grata fue mi sorpresa al ver que me llamaba por teléfono mientras yo estaba en camino a la reunión preguntándome ¿Dónde estas?

Así empezó todo, una reunión al azar, unos besos, una caminata, todo tan simple.